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Desde las suaves colinas de Pago Carrascal, entre los 50 y 70 m de altitud, nace un vino que captura la esencia de Jerez de la Frontera con una mirada moderna y elegancia sutil. Plantado a una densidad de 5.000 cepas/ha en espaldera con poda de doble cordón, este viñedo se beneficia de su orientación oeste, que mitiga los vientos secos de levante y abraza las brisas húmedas de poniente del Atlántico.
El suelo de albariza blanca, rico en diatomeas y con más de un 50 % de carbonato cálcico, ejerce un estrés controlado sobre las raíces, produciendo uvas de piel gruesa, alta concentración de color y polifenoles. La influencia fresca del océano y las marismas del Coto de Doñana, a menos de 20 km, asegura un microclima único que conserva la acidez natural y la frescura del mosto.
La vendimia manual, realizada a mediados de agosto en cajas de 15 kg, garantiza una selección rigurosa de los racimos. La fermentación alcohólica en acero inoxidable, a 23 °C, respeta la pureza varietal, seguida de una fermentación maloláctica en barricas de roble francés que aporta redondez.
El vino envejece 10 meses en barricas de roble francés de 500 L, logrando una armonía perfecta entre fruta fresca, toques cremosos de madera y una estructura viva. El resultado es un Jerez de nueva generación: fresco, mineral y complejo, con una nobleza única que habla de su terroir.
VISTA: Púrpura con matices rubí
NARIZ: Aromas a frutas rojas, entre las que destacan las fresas silvestres y violetas junto a un toque especiado de pimienta blanca sobre un fondo fresco vegetal y de tostados ligeros y dulces.
BOCA: Con volumen en la entrada, taninos dulces que evocan su carácter frutal y una evolución sedosa, que lo hacen un vino ligero y elegante. La acidez sostiene la sensación de viveza del vino, que exhibe una estructura presente y agradable y culmina con una nota final de frescura.
Pata de pulpo: La salinidad y el ahumado del pulpo encuentran en el vino un contrapunto de frescura y mineralidad que limpia el paladar y potencia la profundidad del plato.
Salmon: La acidez vibrante y los matices cremosos del roble realzan la delicadeza grasa del salmón y se llevan de maravilla con el toque vegetal de los espárragos.
Burrata: El contraste entre la cremosidad del queso y la frescura atlántica del vino crea un matrimonio perfecto de texturas y sabores.
Ensalada de queso de cabra: Equilibra la untuosidad del queso y la grasa del bacon con su acidez y su fondo ligeramente especiado, haciendo brillar cada bocado.
Brioche de vacío: Las notas cremosas y tostadas del vino capturan la melosidad del brioche y enfatizan la jugosidad de la carne.